Caminos viejos con Francisco Ibarra Valerio

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 In Prendiendo el Carbón

Francisco Ibarra Valerio, mi padre, nació en la ciudad de Monterrey, Nuevo León. Él nunca supo a ciencia cierta cuando, nosotros menos. Lo que sabemos es que estaba pequeño cuando los revolucionarios entraron a Monterrey, porque en algún momento me comentó que su padre había cavado un gran hoy en el piso, bajo la cama, para resguardar de los balazos a él ya sus dos hermanos: Daniel y Nohemí.

Lo  más lógico es que debió ser por 1910 su nacimiento  y no en 1920 como él pensaba. Porque el General Constitucionalista Pablo González Garza atacó Monterrey el 23 y 24 de octubre de 1913 y el General Francisco Villa llegó a Monterrey el 13 de marzo de 1915 y se quedó 11 días, para hacer la colecta entre los empresarios.

Francisco Ibarra Valerio quedó huérfano de padre y madre a los 5 años de edad y estuvo en un orfanato, del que se escapó por malos tratos. Boleaba para sostenerse y dormía bajo el kiosco de la Alameda. Luego se marchó a recorrer la legua y fue boxeador, torero, vendedor de mercadito, pizcador en los Estados Unidos de América, joyero, periodista y predicador.

Recuerdo que fundó el periódico El Imparcial, en Gral. Terán, donde fui el monero, «Pan -chillo», a los ocho años de edad, vendimos los diarios: Más Noticias y El Tiempo, tuvo dos programas de radio en la XEDD, de Montemorelos: «La voz de la verdad» y «Sol, sangre y arena». Corría entonces la década de los 70.

Siempre nos alentó al periodismo y así fundamos entre mis hermanos y yo El Informador, en Montemorelos, iniciando la década de los 80. Luego mi hermano sacó a la luz una revista en Linares la revista «Labor Magisterial» y así se dieron las cosas.

Francisco Ibarra Valerio terminó la primaria en esos días, iniciando lo 80, por medio del INEA, después de ser periodista, autor de libros y revistas, porque creía firmemente que la educación era uno de los principios fundamentales para que el ser humano fuera una persona de bien, útil a sí misma y a la sociedad. También fue una meta concebida cuando pequeño, que pudo cumplir en la edad tercera.

Una de las columnas que escribía con mucho gusto en El Imparcial fue «Caminos viejos».

En este primer momento de la segunda época de Asando una Carnita, quise recordar el por qué de esta necesidad de escribir que tengo y recodar un poco esos caminos viejos.

Gracias, Francisco Ibarra Valerio, por el ser que me diste y por esta pasión por contar la vida, la historia, la reflexión y las ideas que andan en mi cerebro y en mi sentimiento y también en el de la demás gente.

De eso se trata www.asandounacarnita.com, cosas que se cuentan entre cuates.

Ahora no podemos juntarnos para platicar asando una carnita, pero si conversamos mediante las redes sociales.

Cómo dice mi buen amigo, el Lic. Víctor Briones: «Hay que seguir echándole patadas a los balancines».

Abur.

 

 

 

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